viernes, 25 de enero de 2008

Balance de la temporada taurina 07 30 noviembre 2007


La temporada del 2007 pasará a la historia como una de la más completa y exitosa en la historia de nuestra ciudad. Ningún año que yo recuerde en mi corta vida supera en triunfos a toreros y ganaderos, la que sin lugar a dudas se ha catapultado como la mejor Feria del año. Las imágenes se me agolpan en la memoria casi entre lágrimas de emoción. A caballo Ventura se consagra, jubila y barre de un plumazo a media cuadra de monturas y montados. El Cid hace lo propio y despierta la Feria de a pie con Borgoñés de Victorino, provocando el delirio con el capote más templado y toreando al natural y hasta sin muleta.

El catedrático de Salteras logra así, como el que no quiere la cosa, su cuarta Puerta del Príncipe en su reino maestrante. Manzanares coge el relevo y lo lleva hasta su cenit. Jamás ví torear tan bien a un maestro, con el permiso de Ponce y Morante. Faena sublime con un Zalduendo para el recuerdo que nacida en un quite por chicuelinas abrazando las piernas muere a trincherazos junto a las tablas, con majestad y hondura. Torero de derechas más que de izquierdas, torero alegre en los adornos y clásico en el más puro concepto del toreo. Es decir un torero nuevo este joven Manzanares que hizo el toreo soñado en aquel viernes de preferia.
Y de una faena para la historia a otra faena llena de madurez y valor como la de Castella junto a los Torrealta en la que destacó un toro de nombre Soleá catapultado como el mejor toro lidiado en plaza de primera de este hierro según su ganadero y nuestro querido jurado al que Talavante no estuvo a su altura. En 48 horas más tarde llegó su momento con los nobles cuvillos junto a Morante en la tarde que dibujó los dos redondos más largos de la historia, valederos por sí solos de un y mil Puertas del Príncipe. Alejandro es distinto a José Tomás y junto al valor puede afirmarse que en sus manos se puede discernir un perfecto compás entre el temple inacabado y el gobierno más feroz. Su zurda es de goma, borra todo lo anterior. Con el capote no dice nada p ero con la muleta lo dice todo. Esa misma tarde Morante no se queda atrás y planta cara a la revelación talavantina junto a una plaza amotinada. La raza de José Antonio le lleva a portagayola y con ella nos regala cinco verónicas de San Bernardo que hicieron temblar en un minuto a mil partidarios. Delantales de la Alameda, naturales de Santa Marina, molinetes de la Huerta de El Algarrobo y remates de El Poyetón, consumen por si solos la epopeya y resurrección morantista.


Rincón dice adiós de la manera más cabal y torera de nuestro tiempo. Tres doblones de recibo, dos series de pura entrega frente a un obús enterrado con una bella estocada a recibir, dignificaron aún más al rey de América para conmocionar en su sentida despedida sevillana. Calita llega de Méjico y Nazaré de Dos Hermanas para revindicar el sitio de los que apenas torean y nacen con el don de los privilegiados.

Curro Díaz se reencuentra con el Duende por San Miguel; y Salvador Cortés en su mayor combate frente al injusto olvido vence definitivamente en el último asalto con una obra magistralmente orquestada y finiquitada con dos cañonazos tan grandes como sus dos Puertas del Príncipe. Salvador, salvado y nacido otra vez para orgullo de sus partidarios y desgracia de sus contrarios. No me cabe la menor duda que aún le aguardan en su carrera muchas más muertes anunciadas y no pocos milagros de resurrección, en él esta escrito su propio destino.

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