La otra noche te vi. Estabas con todos. No querías que nadie estuviera lejos de ti. La Basílica, tan concurrida durante el día, parecía más familiar que nunca. Y ahí estabas Tú, Macarena. Dijeron en una ocasión que ... te coronaron los ángeles, te proclamaron bendita y te bajaron del cielo para nacer en Sevilla, pero como tú, ninguna. Estrella de la mañana... Pero de noche, en la penumbra del foco que te iluminaba y con el organillo tocando de fondo tus marchas más emocionantes, tampoco dejas de brillar como una estrella.
Serían pasada la media noche, hora en la que Abelardo ya estaría rezándote por el privilegio que tenía de estar tan cerca de ti. Desde la casa - hermandad y hasta tu altar olía a ti, inconfundible olor a esperanza y claveles. El escalofría se cernía por todo mi cuerpo. Y ahí estabas tú. El silencio era profundo, sólo roto por plegarias que algunos de los hermanos te hacía para que le dieras todo lo que te pedían.
La emoción era inevitable. Sabes los motivos por los que la sangre macarena se cala por mis venas. Me coloqué a tu lado derecho. El mejor perfil que te hizo quien quiera que te tallara, tal vez fueron los ángeles. Y desde la media noche hasta la llegada de los primeros vestigios de la mañana en la que los gorriones empiezan a volar el hermoso cielo de este sueño llamado Sevilla te estuve contemplando si cansarme. Me despertaba de alguna cabezada y no me lo imaginaba. La Macarena. Mi Esperanza Macarena está ante mí. Dios mío menudo privilegio. Daría lo que fuera por dormir en tu camarín todas las noches y sentirte cerca, como te siento las 24 horas del día.
Sabes Madre, todos los errores que he cometido en esos últimos años. Me arrepiento tanto... Si sirve de algo ir a verte todos los días para obtener tu perdón lo haré. Pero nunca dejes de sonreir ni de sonreirme por ese entrañable perfil derecho. Gracias Señora por bajar del cielo y que te podamos tener y cuidar todos los sevillanos. Viva la Esperanza Macarena!!
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